Autoestima, cómo equilibrarla para desarrollar tu máximo potencial

Autoestima, ¿cómo equilibrarla para desarrollar tu potencial?

La aceptación de una misma es algo fácil de leer o escuchar, pero en la práctica ¡qué complicado resulta!, ¿no? No es de extrañarse que este tema, junto a la correcta nivelación de la autoestima, sea uno de los más recurrentes a tratar en nuestros consultorios psicológicos del CTI (Centro Terapéutico Integral). La necesidad que hay al respecto habla por sí sola de la importancia que tiene —y deberíamos darle— al asunto.

Un adecuado nivel de autoestima es la base tanto de la salud mental como de la salud emocional y física de cualquier persona.

Para entender en sí qué es la autoestima, primero necesitamos saber lo que implica

En este punto, resulta conveniente separar el término. La palabra, “estima”, significa que alguien o algo es importante, especial y valioso. Mientras que el prefijo “auto”, habla de ti misma. Al unirlos, es más fácil comprender su significado y extensión. Por ello, la autoestima abarca todo el conjunto de creencias, valoraciones y pensamientos que tenemos sobre nosotras y que hemos ido creando a partir de nuestras propias experiencias.

En pocas palabras, hablar de autoestima es hablar de cuánto te valoras a ti misma y qué tan importante piensas y/o crees que eres.

Ahora bien, la autoestima no se forma de un día para otro, esta se va construyendo desde nuestra infancia; en esta construcción influyen tanto aspectos vinculares y sociales como los estilos de crianza. Asimismo, esta se puede ir modificando y moldeando de acuerdo al entorno, a los vínculos que entablas con otras personas y a los sucesos que vives. Por eso decimos que siempre será dinámica y cambiante a lo largo de todas las etapas de nuestra vida.

La autoestima se clasifica en tres clases: alta, sana (saludable, esperable) y baja

Cuando hablamos de una autoestima alta, nos referimos a personas arrogantes, soberbias, autosuficientes… Es decir, son personas que se muestran extremadamente confiadas en sí mismas. Esto puede ocasionar cierto rechazo y que los demás se alejen de ellos.

Ahora, en el extremo opuesto, está la autoestima baja. Las personan con este nivel suelen ser muy inseguras, no son capaces de creer en sus habilidades y sienten mucho miedo de equivocarse; por lo tanto, les cuesta tomar decisiones, no logran profundizar en su relación con otros —por miedo al rechazo— y, en casos extremos, presentan cuadros de depresión. Las personas con este tipo de autoestima, al contrario del caso anterior, tienden a alejarse de los demás.

Lo ideal y más saludable es tener una autoestima equilibrada. ¿Cómo lo logramos? En primera instancia, convirtiéndonos en nuestras mejores aliadas. Esto es entender que no hay nada ni nadie más importante que nosotras y que, por ende, necesitamos aceptarnos tal y como somos.

¿Qué hay detrás de una autoestima baja?

Muchas personas llegan a consulta con determinados trastornos emocionales y psicológicos, y —con la experiencia clínica— he notado que muchas veces, la base de esos trastornos es una autoestima deficiente, una identidad difusa y un faltante de propósito.

Esto sucede porque la sociedad exige que seas de determinada manera, que uses o poseas determinadas cosas para poder pertenecer. Pero, ¿pertenecer a qué? Esta es la gran pregunta; ¡como si el mundo ofreciese una gama de opciones en donde uno tiene que ser aceptado para ser valorado! Al no encajar o sentirse inferiores, muchas personas se desaniman con su propósito e identidad y esto conlleva a no aceptar lo que ven de ellos mismos.

Ahora, hay algo clave que debes que saber: una “baja o alta” autoestima determina nuestra identidad, pues como te sientes contigo misma afecta quien crees que eres.

Muchas veces, cuando las personas responden a la gran pregunta: “¿quién soy?”, suelen responder desde lo que hacen, tienen o hicieron; sin entender quiénes son realmente, ya que basan su existencia en cosas no esenciales. Por esta razón es importante que trabajes más en tu interior, a fin de conocerte.

Además, una baja o alta autoestima también determina nuestra confianza en nosotras mismas y eso tiene una directa correlación con lo que hemos logrado hasta hoy. Por ejemplo, si tienes una autoestima equilibrada, seguramente te has enfocado en proyectos personales y has intentado lograrlos; en cambio, si es muy limitada, quizás ni te has animado a intentarlo.

No podemos negar que somos sujetos producidos por un entorno, por una familia e instituciones; tampoco que eso ha moldeado tanto nuestra identidad como la percepción que tenemos de nosotras.

Pero, así como somos el resultado de ello, también podemos convertimos en productores de nuestro propio destino; esto significa que tienes la posibilidad de decidir sobre ti. ¿Decidir qué?, el tipo de persona quieres ser.

No importa lo que te exijan lo demás o lo que hayan dicho acerca de ti. A la hora de diseñar tu destino, necesitas ser proactiva y dejar de estar atada a la mirada del “otro”, de ese otro que se fija en lo que tienes en vez de fijarse en lo que vales. Este es uno de esos hábitos nocivos que minan el amor propio.

Para finalizar, quiero darte cuatro herramientas para que puedas potenciar tu autoestima y así, desarrollar mejor tus habilidades:

  1. Encuentra el origen de tu baja autoestima, ese es el primer paso para poder trabajar en ella. En una escala del 0 al 10, ¿qué puntaje te darías? Ahondar en tu crianza y en tu historia de vida es vital a la hora de entender mejor cómo nos vemos y las razones de ello.
  2. Identifica tus fortalezas. Todos, absolutamente todos, tenemos puntos positivos y aspectos fuertes a destacar, pero la mayoría de las personas tienden a ver siempre lo negativo en primer lugar. En este punto, es bueno hacer un ejercicio para aumentar la seguridad en ti misma: Piensa en tres logros que hayas conseguido a lo largo de tu vida y en tres características personales positivas. Regístralas en una hoja y habla con alguien de ellas.
  3. ¡Muévete! Ejercitarte en cuerpo y mente ayuda tremendamente a la hora de aceptarnos y valorarnos más. La actividad física reduce el estrés y nos posiciona de manera favorable con respecto a nosotros mismos. ¡Te animo a intentarlo!, puedes empezar con alguna práctica o deporte que disfrutes y hacerlo 30 minutos por día.
  4. Piensa menos en ti misma y más en los demás. El colocar nuestra mirada y atención en ayudar a alguien hace que tu nivel de autoestima se equilibre, porque ya no estás viendo únicamente tu situación, problema o necesidad, sino que estarás practicando la empatía y entendiendo que hay otros que también necesitan apoyo.

Esta capacidad altruista de pensar en los demás te eleva como persona y eso repercute positivamente en la mirada y valoración que tienes de ti misma.

Por último, no temas buscar ayuda especializada si sientes que lo necesitas para avanzar. Lo importante durante este proceso es recordar que mejorar la percepción propia es posible y que el cambio empieza primero por ti, desde tu interior.

Debora PedaceEscrito por Debora Pedace. Psicóloga clínica (UCA), especialista en terapias breves y estratégicas (Posgrado en Centro Privado de Psicoterapias). Debora es fundadora y directora del Centro Terapéutico Integral DP. Ubicado en Tigre, Argentina, donde actualmente trabaja con adolescentes y adultos. Puedes seguirla en su cuenta de Instagram.

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