mujer joven baila mientras sonríe mirando al cielo - quiero bailar con Dios

Quiero bailar con Dios

¿Qué le dirías a Dios si te concediera un momento para bailar con Él? Sí, bailar. No estás en la iglesia, estás en la sala de la casa, en calzado deportivo, a medio hacer y con tu ropa de domingo.

La pregunta me surgió en una de esas tardes donde escuchaba música. Me rondaba la idea de bailar con Dios contemplando la ilusión infantil de estar flotando sobre pompas de algodón, conmigo misma y aferrada al concepto romántico de unos brazos protectores rodeándome celosamente.

Quiero bailar con Dios mientras conversamos —me dije—, es cierto que conoce cada uno de mis pasos, las canciones que grito y aquellas con las que hago el intento por cantar. Sabe que sonrío todo el tiempo al son de las tonadas y que el pelo se me mueve al ritmo que van mis pies.

Lo imaginé perfecto, y lo fue. Además, siempre he considerado el baile como un acto redentor, como lo es meditar en la ducha, hablar sola y hacer muecas cuando nadie nos ve.

Quiero bailar con Dios como una especie de catarsis ineludible y extendida. Como la forma de liberación de las tantas veces donde, de rodillas, la mente se ahoga y la boca se amordaza. Bailar, como el lenguaje celestial.

Como un acto revelador e intimista, de abrazos sentidos, de merecimiento supremo y formas de encuentros sublimes. El sosiego después de la perplejidad, la certeza aclamada, la lealtad después de los besos negados, de los amores atravesados en la garganta, de todo aquello que no fue y nos revuelve el pensamiento, el corazón y las ganas. El baile como un acto de purificación del espíritu.

Y charlar del café de la mañana, la promesa sin cumplir, la llamada por hacer, de mis estados de ausencias y decadencias; porque bailar con Él me permite exponerme, es la desnudez elegante y sin morbo del alma.

Y hablar de lo impensado, más allá de teorías que no definen lo que en realidad representa su supremacía. Dios conoce de trivialidades injustificadas, de mis desiertos por cruzar, de esperanzas y proclamaciones de fe. Del sentir y el llamamiento. Todo al compás de una canción, al paso de Dios que ya plantó bandera, sin premura y con la misma entereza que viene de su tacto sobrenatural.

Seguro poco sabemos de ternura, de deleites, de bailar con ángeles dorados de alas prominentes en la sala de la casa y todo eso; sin embargo, deberíamos bastarnos en la fe en un ser supremo y sanador que nos toma de las manos y nos invita a danzar con Él, el Dios de las acciones, el que nos enseña que hay cosas que vamos a entender acá en la tierra y otras allá en el cielo.

#MujerInspírate

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Diana Mile Saldarriaga

Periodista. Comunicadora Social. Se dedica a la investigación y realización de contenidos periodísticos y formatos de entretenimiento para televisión. Cree en las mujeres auténticas, sin fachadas, las de los aciertos y las torpezas, las del perdón propio. Le apasiona comprar libros, leerlos, releerlos y pintarlos con lápices de colores.

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