Qué hacer cuando nada sale bien

¿Qué hacer cuando nada sale bien?

En algún punto de tu vida, seguro has pensado que a ti —y solo a ti— te pasa lo peor. En este plan, te preguntas si hay algo mal contigo o bien, si es cuestión de “mala suerte”, “mal de ojo”, alguna “maldición” que te cayó o cual sea el nombre que quieras darle a la explicación de tu infortunio. El caso es que en esos episodios largos y/o cíclicos en los que nada sale bien, solemos llenarnos de frustraciones, molestia y dolor; tanto que nos estanca aún en aquello que emprendemos con entusiasmo y donde dábamos por seguro que tendríamos éxito… ¿Te suena familiar?

Tranquila, yo también he pasado por ahí… Sé de primera mano cómo la tristeza y la vergüenza se asientan para afectarnos en todos los sentidos; pero esto va más allá de la creencia de “haber nacido con el pie izquierdo”. Por lo general, esto ocurre cuando las expectativas que teníamos eran muy altas. De hecho, al pesimista rara vez le pasa esto, pues tiende a vislumbrar sus inciertos desde un principio. Sin embargo, este artículo no es un llamado a esperar lo peor.

Te menciono esto para que te des cuenta del poder de influencia que pensar de esa forma tiene en tu mente y así finalmente entiendas por qué has estado ahogada durante tanto tiempo en las mismas tempestades.

Cuando nada sale bien, lo que se experimenta —biológicamente— es estrés frente a la amenaza o el riesgo de perder lo que entregas (llámese tiempo, esfuerzo, dinero…). Este estrés afecta nuestro estado emocional y se extiende a conductas que parten desde el lamento, queja, desesperación y furia, hasta el desánimo y el abandono de sueños o metas.

De este escenario pueden surgir varias cosas, como la búsqueda de aprobación, el complacer a los demás, la amargura o el estancamiento; caminos nada sencillos de transitar y vencer.

En este punto, cabe preguntarse: ¿cuándo el optimismo se volvió ingenuo y cuándo el pesimismo se convirtió en tropiezo?

Si nada sale bien, apela a la sensatez

Las experiencias de la vida no suelen mentir a la hora de enseñarnos cómo el optimismo se deja arrastrar por la ilusión, todo por dejar a un lado la escucha del consejo y aquella intuición que te decía: “espera a estar preparada”; así como los altos y bajos de acciones sin planificación o sin intención definida.

Sé lo mucho que duele darse cuenta de esto. También entiendo la carga de la crítica de quienes te señalan y recuerdan lo que no funcionó bajo la fatídica sobra del “si hubieses…”.

Ahora, lo importante es lo honesta que seas para estudiar eso que salió mal y cómo actuaste ante ello; de lo contrario, el miedo al fracaso que alimenta la creencia de que nada te sale bien, te robará cada vez más la libertad de actuar y avanzar.

Pero, ¿por qué nos pasa lo que nos pasa?

Cuando las cosas se complican, el juicio se nubla y con él, la capacidad de tomar decisiones acertadas. El psicólogo Manuel Fidalgo, en su análisis de la conducta individual, plantea que “la mayoría de las personas no han tenido la experiencia de hallarse ante una situación de peligro inminente y cuando esto ocurre, algunas toman decisiones que incrementan el peligro para ellas y también para los demás. Así, los comportamientos que se producen van desde una actitud de calma hasta un verdadero pánico”.

No percibir este desvarío cuando estás vulnerable o altamente sensible, forma el hábito de la inseguridad frente a todo lo que nos invite a encargarnos, a estar al frente, a dar la cara, a perseguir los sueños, a intentar y a correr para alcanzar la meta.

Así que, por más que creas que nada te sale bien, eso de que “estás destinada a que te vaya mal” no es verdad; se trata solo de temores infundados que te susurran al corazón dicha mentira para convencerte de ello.

El mejor plan de contraataque es aquel en el que te dispones a aprender la lección tras cada caída para luego levantarte una vez más y acallar las voces que, por tanto tiempo, te han llevado a cuestionar y a menospreciar tanto tu valor como tu fuerza.

¿Cómo trabaja la inseguridad en ti?

Ahora bien, la inseguridad personal puede tener diferentes semblantes que explican los motivos que la causan. En este punto, es necesario que hagas un análisis introspectivo para identificarla, pues puedes tener los objetivos claros de lo que deseas y a la vez, albergar a la duda en tu corazón.

Pero, ¿cómo es que sucede esto?, ¿acaso se puede estar inspirada y luchar internamente con la duda sin darse cuenta? ¡Por supuesto!

Si aprender un hábito puede resultar difícil, desaprenderlo es muchísimo más complicado, ya que la costumbre amolda y establece tantos comportamientos que dejar de practicarlos es como una traición a lo que somos y a aquello con lo que nos hemos identificado.

Puede parecer exagerado, pero no lo es. El mal hábito de pensamientos se acomoda tanto en la manera de ser de cada persona, que, a partir de esa postura, observa para validar o aprobar a los demás; lo que influye seriamente en que seamos intolerantes y muy fluctuantes al relacionarnos.

Es así, como la duda se filtra en la actitud para nublar, ralentizar y cegar no solo el panorama, sino la visión y el entendimiento.

La emoción dubitativa supone miedo o extremo realismo frente a las circunstancias, al punto que solo con palabras, es capaz de crear toda una escena fantasma en la mente. De ahí comienza la medición y la barrera del “quiero, pero no sé”, “no creo poder hacerlo” o “seguro no resultará”.

Lo peor de creer que todo te sale mal es que dicha emoción puede empeorar, yendo desde afligir tu espíritu con pensamientos de soledad y fatalismo, hasta paralizar el cuerpo con acciones de aislamiento y derrota. Por ello, debes ser intencional en no dejarte envolver por ella y activar tu mente para que precise este conocimiento.

Silvia Escribano, psicóloga, coach y autora de Neurocoaching, señala que las conexiones entre neuronas se modifican cuando aprendes algo, por lo que es necesario aplicar lo que aprendes y experimentar las emociones de esa experiencia; solo así tus neuronas se darán por enteradas”.

¡No es juego, mujeres! ¡Es momento de despertar! No es cuestión de “mala vibra” lo que nos acontece; la clave está en ser sensatas para descubrir la ignorancia y fortalezas de nuestra mentalidad. De esa forma seremos capaces de cuidar los pensamientos que alimentamos.

Dile NO al autosaboteo. La duda se enfrenta y se vence con pensamientos de coherencia y la coherencia medita, se purifica, escucha la verdad, observa, aprende, interpreta y acciona.

Cada vez que quieras justificar tus infortunios con la creencia que nada te sale bien, mejor pregúntate qué manera de pensar es útil y te beneficia más.

Reconoce la voluntad y la valentía; identifica todos los prejuicios y desencantos de la apatía; razona y reconoce lo perjudicial que esta ha sido en el camino. Por último, compara y reemplaza el comportamiento apático por uno de gran voluntad.

Finalmente, solo corresponde que elijas crear la oportunidad, propio del hábito de la perseverancia y el enfoque.

Te deseo un fluir de libertad que jamás te deje desmayar en el compromiso contigo misma.

#MujerInspírate

 

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Ruth Figueroa

Profesora universitaria y locutora. Trabaja como asesora académica y metodológica en proyectos de investigación. Ama las letras, la música y el arte. Está decidida a vivir siendo más y su pasión es escribir para inspirar a otros.

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