Vive a la expectativa
Cada mañana, Dios nos brinda la oportunidad de darle a nuestra vida un giro de 180 grados.
A diario puedo ver como el afán, la preocupación, el cansancio… en fin, lo aparentemente «urgente» nos va roba de manera imperceptible lo mejor de la vida: la expectativa. Nos acostumbramos tanto a la rutina y nos dejamos abrazar de tal forma por «lo que debemos atender» que cuando caemos en cuenta, se nos fue el día sin sorpresa y disfrute alguno.
Sí, lo sé, la vida no es color rosa; también sé que con la madurez, llega la responsabilidad, esta se une al esfuerzo y se duplica cuando llega el matrimonio, ¡y ni hablar de la llegada de los hijos! Muchas de nosotras podemos sentir que no nos alcanzan las 24 horas del día para vivir y ocuparnos de tantas cosas; pero es justo ese sentimiento el que debemos interpretar como una alerta.
Verás, −aunque lo hacemos− no podemos llevar una vida atendiendo responsabilidades tal como robotina. De ser así, estarías viviendo de manera remota. Caso contrario sucede cuando −a pesar de tener las mismas responsabilidades y urgencias− te levantas cada mañana con esa expectativa inexplicable de lo que Dios hará para hacerte crecer un poquito más. Puede que sea una conversación con una amiga, una llamada telefónica inesperada, una pequeña lección de un hijo o una experiencia inusual en el trabajo la que te aporte ese momento refrescante. Dios se vale de la cotidianidad para dejarse descubrir, pero descubrir esas pequeñas cosas que nos dan aliento de vida en medio de la rutina solo depende de nosotras.
Cuando vivimos a la expectativa, no actuamos de manera automática, sino que aprendemos a movernos según el fluir del momento. En ocasiones nos exigimos tanto a nosotras mismas que sin caer en cuenta nos enfermamos a nivel emocional, espiritual y físico.
«No hay mejor medicina que tener pensamientos alegres. Cuando se pierde el ánimo, todo el cuerpo se enferma», Proverbios 17:22 (TLA).
Si no me crees, detente a meditar en la razón por la cual que el estrés y la ansiedad son catalogados como enfermedades del siglo XXI, y los ansiolíticos o antidepresivos estén a la orden del día, ¡como si de tomar aspirinas se tratara!
Cada día trae su afán, si hoy no se pudo, ¡ten paz! Cambia tu perspectiva y aprende a descansar en que el único señor del tiempo es Dios mismo. La expectativa es algo que Dios, como padre, quiere que cultivemos en nuestro interior. Te lo explicaré de este modo: ¿a qué padres no les agrada que su niño lo espere con ansias y se sorprenda hasta de las más sencillas cosas que pueden brindarle? No en vano la palabra nos enseña a ser como niños, y esto no solo aplica a la fe.
Si lees la Biblia con detenimiento, notarás que con frecuencia nos sugiere «estar preparados», y esta premisa es válida para todo. Ahora pregúntate, ¿estás preparada para que la vida transcurra diferente a lo que tu calendario marca?, ¿vives constantemente preparada para dejarte sorprender por Dios? Es curioso, porque la vida es impredecible, y es justo nuestra vida lo que la sociedad más nos enseña a administrar; ¿estás preparada para vivir como si del último día de tu vida se tratara?
Confrontador, ¿no?, pero no te sientas mal, vivir a la expectativa es una oportunidad que Dios renueva a diario, así que mañana, cuando el sol se cole por tu ventana, despierta y proponte a iniciar tu rutina con una actitud renovada, llena de expectativa y gratitud.
«Muy breve es mi vida. Toda entera no es más que un momento para ti. ¡La existencia humana es un soplo! ¡Simple sombra! Y sus múltiples afanes en nada paran. Amontona riqueza para que otro la derroche. Entonces, SEÑOR, mi única esperanza está en ti», Salmos 39:5-7.
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