Razones por las que importa reconocer nuestros errores

Si hay algo en lo que todo el mundo se ha sacado una maestría es en el asunto de errar –y la que intente alegar que está libre de culpa, pues, ¡que lance la primera piedra!– Sea intencional o no, equivocarnos es algo tan común en nosotros que forma parte de nuestra naturaleza humana. Ahora bien, si existieran más personas capaces de reconocer sus errores y asumir las consecuencias de ellos, creo que el mundo sería un lugar mejor y con personas más felices.

El problema está en que ¡nos cuesta horrores hacerlo!, ya que esto supone un golpe duro al ego. Por esa razón, a veces nos topamos con personas que continúan negando sus actos aun cuando –ante sus propios ojos– se ha demostrado la falta, como si se tratase de un intento desesperado por sostener lo insostenible… ¡Increíble!, ¿no?

Desde dicha perspectiva, lo que muchas veces no entendemos de asumir este tipo de actitudes es que nuestros errores pueden costarnos más caro de lo que imaginábamos, dado que se ve afectada la integridad, reputación, credibilidad y madurez ante otros, poniendo en riesgo justamente eso que tanto se valora y desesperadamente se lucha por mantener a flote al negar nuestros actos.

Otro punto importante de reconocer nuestros errores es que –en ocasiones– cuando los asumimos, terminamos dándonos cuenta de que lo que temíamos o pensábamos que pasaría, no eran más que temores infundados. Pero como les dije, esto solo pasa cuando aceptamos nuestras equivocaciones, simple y llanamente porque la honestidad es una poderosa llave que abre puertas insospechadas, y la verdad siempre sale a flote (la asumas o no).

En fin, el mensaje que hoy quiero reforzar es que reconocer nuestros errores, por duro que sea, puede convertirse en un hermoso proceso de aprendizaje si los asumes con la actitud correcta.  

  • Reconocer tus errores te hace más humilde. Por si no lo sabías, cuando asumes tus fallas estás decidiendo hacer lo que te resulta más difícil por un bien común, por lo que automáticamente estarás cerrándole la puerta al orgullo en tu vida.
  • Reconocer tus errores te lleva a retomar la senda correcta. Cuando manifiestas públicamente que te equivocaste –ante Dios y ante aquellos que se vieron afectados por tu error–, automáticamente te liberas del peso de la mentira, culpa o remordimiento que te impedía avanzar en paz, además de llevarte a reflexionar en las razones que te motivaron a actuar de manera incorrecta, permitiéndote así identificar lo que anda mal en ti para poder trabajar en ello.
  • Reconocer tus errores ante otros es evidencia de tu respeto hacia ellos. Si te cuesta sincerarte porque te frena tu temor al rechazo o a las consecuencias, entonces hazlo por respeto hacia quienes resultaron afectados por tus actos injustificados. Tan solo basta con ponerte en los zapatos del otro para entender que la transparencia es la mejor muestra de respeto que podemos brindar a quienes lastimamos y valoramos genuinamente.
  • Reconocer tus errores te hace crecer. Asumir tus faltas saca a relucir el nivel de madurez y responsabilidad que tienes. En pocas palabras, evidencia tu carácter y lo que habita en tu interior, además de impulsarte hacia nuevos niveles a través del aprendizaje adquirido (¡Ah!, porque si vuelves a tropezar con la misma piedra, en definitiva, fue porque no aprendiste la lección).

Sé que asumir los errores no es algo sencillo de hacer, además de exponer nuestra debilidad y mostrarnos vulnerables. Pero ¿sabes qué?, es nuestro deber decidirnos a hacer lo correcto, a fin de evitarte mayores problemas a futuro, llevar una vida sana tanto a nivel espiritual como emocional, y preservar una correcta relación con Dios, con quienes nos rodean y con nosotras mismas. Al fin y al cabo, como reza el popular dicho: «Entre cielo y tierra, no hay nada oculto».

#MujerInspírate

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Melina Vélez

Melina Vélez es comunicadora social, presentadora de radio, escritora, productora de Marketing Digital y directora creativa de Mujer Inspírate. Melina es una soñadora imparable, esposa de Ángel Galeano y mamá de Napoleón, su hijo perruno.

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