Honestidad, la clave para que tu lenguaje corporal no te deje en evidencia (II)
He notado con mucha preocupación la capacidad que tenemos de reaccionar ante una situación sin entender que podemos arruinar un momento o transmitir el mensaje incorrecto a causa de un gesto inoportuno, como fruncir el ceño o levantar una ceja. En mi post anterior hablaba al respecto y hasta enumeré una serie de expresiones comunes que suelen dejarnos en evidencia (si no lo has leído, hazlo aquí).
Asumir esa actitud de congraciar para no incomodar hace que se opaque la cualidad más valiosa que tenemos para estar bien tanto con nosotras mismas como con otras personas; les hablo de la honestidad.
Chicas, ¡cuán felices podríamos ser si no temiéramos ser transparentes!, si practicáramos la honestidad a diario y jamás la negociáramos por nuestros miedos, por el orgullo o por algo tan trivial como el “qué dirán”.
Lo peor de caso es que, al tratar de enmascararla, nuestro lenguaje corporal termina por evidenciar aquella postura, opinión o verdad que no nos atrevemos a pronunciar de labios.
La honestidad se ha vendido como una expresión externa, dejando de lado que ser honestas empieza por una expresión íntima que examina lo privado y nos hace cada vez más conscientes, más entendidas de quiénes somos y de cómo podemos relacionarnos.
Amiga, la honestidad es sabia, prudente, sensible, consciente, madura, comprensiva… Ella no expresa la verdad con ironías ni sarcasmos, no busca herir, no se deja llevar por impulsos al responder y tampoco juzga al dejarse llevar por lo que dicen los demás. La honestidad es paciente en meditar, con calma, cada asunto y muchas veces opta por hacer un silencio prolongado, solo para pronunciarse cuando la marea pase y todo vuelva a su curso.
Ser transparente implica mucho más que decir las cosas sin filtros ya que la honestidad pura es delicada y amorosa al expresar la verdad.
Hoy quiero invitarte a cultivar una mente esclarecida, pensar en el bien, descubrir el mal y elegir la verdad. Sé que es fácil que la opinión propia nos ciegue o que los malos hábitos compriman el corazón para volverlo terco y así torcer el camino que nos lleva a la bendición de vivir a plenitud. Por esa razón, necesitamos ser intencionales en esto de ser honestas.
Ahora bien, aunque cueste creerlo, este es un tema de madurez emocional. El ser pacíficas, comprensivas y sabias son cualidades que se estudian, se aprenden y se practican. Por esa razón, la madurez es una capacidad que nos hace seguras y nos ayuda a permanecer equilibradas.
Que ese principio de “no hacer a otros lo que no te gustaría que te hicieran” cobre vida cada día en ti por saber que se trata de un aprendizaje del corazón y su voluntad por mostrarse sin complicaciones. Tan solo piensa: ¿cuánto resentimiento se extinguiría si lo hiciéramos?, ¿cuántos malentendidos, discusiones y divisiones se evitarían si lo practicáramos?
A pesar de las razones que puedas tener para expresar tus incomodidades, necesitamos entender que todos merecemos ser bien tratados y aceptados sin ser subestimados o despreciados. De ahí parte la capacidad de ser honestas sin la necesidad de ofender o herir.
Elijamos madurar al disponer nuestra voluntad al amor y a la honestidad. Estas cualidades no avergüenzan, al contrario, son luz para vivir alegremente y en paz, para ser pacientes con nosotras mismas y con los demás. De esta forma, desde tu lenguaje corporal hasta tus gestos serán genuinos porque hablarán de ello.
#MujerInspírate
