Entre la danza y la maternidad, Elisa Carrillo se consolida como la mejor bailarina del mundo

El pasado 21 de mayo, la mexicana Elisa Carrillo fue galardonada con el premio más prestigioso de la danza, el ‘Benois de la Danse’, convirtiéndose en la tercera mujer latinoamericana en alzarse con dicho reconocimiento.

Para Elisa, la maternidad se presentó como un reto y hoy por hoy, comparte su pasión entre el baile y su pequeña niña. “Ser mamá de Maya Elisa es lo más bello que me ha pasado, es la luz de mi vida. Trato de dedicarle el mayor tiempo posible”, asegura.

Su esfuerzo le valió un espacio entre las mejores bailarinas del mundo y su mensaje es contundente:

“Todos nuestros sueños se pueden hacer realidad si tenemos el coraje de perseguirlos”.

Su día comienza a las seis treinta, seis días a la semana.

Mamá da un beso a Maya, la levanta de la cama, la viste y prepara desayuno para tres, lava sus dientes y corre a la guardería porque a las nueve en punto hay que estar en el salón de ensayo.

Es una suerte que la escuela de la niña, de tres años, quede frente al teatro donde trabaja.

A las 12, mamá cruza de nuevo la calle, recoge a Maya y la lleva a casa (papá, Mischa, lo hace cuando ella debe quedarse en el teatro).

Hay tardes en que debe volver a ensayo. O a ponerse el vestuario, el maquillaje y concentrarse: su entrega de todos los días cobrará sentido entre las siete y media y las once de la noche.

Elisa Carillo sabe que cuando se es una de las cinco primeras bailarinas del Staatsballett Berlin siempre se está a prueba. Siempre observada. Incluso cuando practica. Todo lo que hace es evaluado para un siguiente protagónico.

“La danza es una de las maneras más bellas de poder llegar al corazón de las personas. Es un lenguaje maravilloso”, dice a BBC Mundo.

Con 38 años, una familia y compromisos internacionales cada vez más frecuentes, el esfuerzo por permanecer en la cima es mayor.

Será medianoche cuando vuelva a casa. Pronto darán las seis y todo comenzará de nuevo.

“Somos muy dedicados a nuestra hija y tratamos que ella se acostumbre a nuestro ritmo”, comparte desde Berlín. Su esposo, Mikhail Kaniskin, no está menos ocupado, él también es primer bailarín de la compañía estatal.

Amanece sábado. Elisa ha dormido poco porque tuvo que atender pendientes de México, donde está su fundación y donde funge, desde hace poco, como codirectora artística de la Compañía Nacional de Danza de Bellas Artes, sin percibir sueldo.

Quisiera dormir pero hay asuntos que sólo puede tratar de madrugada por la diferencia de horario, y debe estar en el salón de ensayos a la hora obligada de cada mañana.

En Berlín dan las dos de la tarde cuando Elisa atiende el celular para tomar esta entrevista. Se disculpa por la premura. “De verdad es un día de mucha presión”.

Para Elisa Carrillo no hay descanso. Lo dice sin pena y sin vanagloria.

“No, no hay”, insiste. “Desde que soy mamá, lo que hacía en seis horas en el teatro, lo hago en tres. Trato de que cada minuto cuente. Antes me quedaba a estirar, a coser zapatillas, a arreglar vestuario; ahora hago eso en las noches y me levanto antes; todo para darle a mi hija tiempo de calidad”.

Para Elisa Carillo tampoco hay jet-lags, aunque los padezca. Hace unos días, que regresó de México a las ocho y media de la mañana, ya estaba a las nueve en el teatro del Ballet Estatal, lista para ensayar. “Cuando te invitan del extranjero sabes que no vas a dormir. No te da tiempo de adaptarte, vives al día”.

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La danza para mí es vida #danza #ballet #elisacarrio

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¿Vacaciones? El Staatsballett programa funciones en Navidad y Año Nuevo. “Y si tienes días libres, mínimo tienes que ir al gym o a correr, o bajará tu calidad. El cuerpo es muy celoso”.

Y le duele todos los días. Unas veces las piernas, otras la espalda, a veces el cuerpo entero. Por debajo de los callos donde hace años hubo sangre, ampolla sobre ampolla, uñas desprendidas, también duele.

Esta tarde, el cuerpo de Elisa resiente el montaje de una nueva coreografía. “Cuando debes aprender otros movimientos, el esfuerzo para adaptarse genera dolor. Pero el cuerpo da de sí: mientras calientas vas sintiendo cómo responde. Cuando estaba embarazada tomé clase hasta el último momento, y pasados unos días regresé a trabajar”, cuenta.

“El dolor se vuelve parte de tu vida. Los bailarines tenemos un umbral de resistencia muy alto. Bailamos enfermos, con calentura, con lesiones. Es parte de lo que hay que sufrir para lograr lo que quieres; debes tener un control mental muy fuerte”.

También contra el dolor emocional. Cuando dejó su casa a los 16 años para estudiar en Londres, superaba hora tras hora la lejanía, el idioma, la discriminación.

“Sí, me llegué sentir inferior, acaso distinta con mis rasgos indígenas, pero en Alemania, cuando los coreógrafos me escogían, distinguirme me dio fuerza para seguir”.

Sí que se ha distinguido. Elisa cuenta entre sus distinciones el prestigiado galardón ruso Alma de la Danza y es la primera mexicana en ganar el ‘Benois de la Danse’, uno de los más importantes del ballet, que otorga la Asociación Internacional de Danza de Moscú.

“Los premios son una motivación”, reconoce. “Pero nadie te puede exigir más que tú”.

“Todo es posible si tienes la disciplina para lograrlo”.

Fuente: elfinanciero.com.mx

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