El poder de escuchar

«El mayor problema de comunicación que tenemos es que no escuchamos para entender. Escuchamos para responder». Se trata de una frase que leí hace poco y me llevó a meditar en su certeza.

Si te detienes a pensarlo, la mayoría de las discusiones empiezan con dos personas que exponen sus puntos para luego defenderlos a capa y espada en cada respuesta, hasta que los ánimos se calientan; olvidando que todos tenemos derecho al libre pensamiento, a opinar, y que nadie está en el derecho de imponer su verdad a otro, traspasando las barreras de la amistad, el respeto y la tolerancia.

Otras veces entablamos conversaciones que se terminan convirtiendo en monólogos, aunque nuestro interlocutor continúe estando presente. Esto sucede porque nos centramos tanto en nosotras, es decir, en comunicar lo que sentimos, creemos y pensamos que olvidamos prestar tan siquiera una mínima atención a lo que la otra persona nos está diciendo –aunque se trate de un grito de ayuda–; convirtiéndonos así en personas egoístas.

Estos ejemplos típicos de la cotidianidad encierran una verdad: seamos las emisoras o receptoras de un mensaje, en todos –incluyéndonos– existe una urgencia por suplir la necesidad de ser escuchados.

Dios nos dio dos oídos para escuchar más y una boca para hablar menos. Digo esto porque el arte de saber escuchar ciertamente encierra una muestra de amor en sí; es decir, una renuncia a mis necesidades para priorizar la necesidad de la persona con quien converso, sea un amigo(a), un familiar, el vecino, un compañero de trabajo o una persona que nos sacó conversación mientras esperábamos el transporte a casa.

Cuando nos disponemos a escuchar en vez de estar pensando en lo que responderemos mientras nos hablan, aprendemos a estar presentes, le demostramos a la otra persona que la tomamos en cuenta, que es valorada y respetada; fortalecemos relaciones, evitamos tensiones o malos entendidos, generamos respeto hacia nosotras, nos evita caer en interrupciones o en juicios previos, genera confianza en otros y nos ayuda a ser más empáticas.

Las mujeres nos caracterizamos por ser el género que habla ¡hasta por los codos! Si bien resulta lindo, renovador y hasta terapéutico ser escuchadas, aún más gratificante es saber que aliviamos el dolor, la angustia, estrés o inquietud de alguien más cuando les brindamos la oportunidad de ser escuchados.

El llamado que hoy les hago es a practicar el amor de esta forma: hablar menos y escuchar más; pues, aunque parezca algo básico, al hacerlo no sólo crecerás como persona, sino que estarás alegrando la vida de alguien más.

#MujerInspírate

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Melina Vélez

Melina Vélez es comunicadora social, presentadora de radio, escritora, productora de Marketing Digital y directora creativa de Mujer Inspírate. Melina es una soñadora imparable, esposa de Ángel Galeano y mamá de Napoleón, su hijo perruno.

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