¿cómo puedo perdonar a mamá?

¿Cómo puedo perdonar a mamá?

Créeme, no eres la única hija que resiente a su mamá. Por lo visto, las riñas entre mujeres no solo son entre amigas, hermanas, vecinas o colegas. El malestar más frecuente y común que expresa la mujer —en sus distintas edades— viene por experimentar y recordar lo quisquillosa, molesta, exigente, orgullosa o  ausente que ha sido la mujer que les dio vida. En este sentido, te puedo asegurar que todas —al menos, una vez— nos hemos preguntado: “¿cómo puedo perdonar a mamá?”.

La historia de cada una varía según lo vivido en casa durante la niñez o adolescencia. Mientras algunas hablan de su crianza solo con mamá, otras cuentan las peleas continuas entre mamá y papá, y otras tantas recuerdan cómo fueron criadas por su abuela, acrecentándose la desatención.

Puedo entender desde lo irritante de aquellas exigencias, críticas severas y gritos, hasta la amargura que se siente por haber sido abandonada o rechazada. De esto, existen historias de hijas que, en su rol de madres, han adoptado la forma en que fueron criadas para criar a sus hijos, así como recuerdos que hoy hostigan y generan desapegos o enemistades entre hijas y madres.

Constantemente, escucho expresiones como: “¡es duro perdonar a mamá!”, “¿por qué no pudo convertirse en mi mejor amiga?”, “¿por qué siempre me avergonzó?”, “¡me molesta su actitud infantil!, ¡parezco yo su mamá!”, “¡Nunca ha podido valerse por sí sola!”, “¿por qué me abandonó?”, “¡ella nunca creyó en mí!”, “¿qué hice para merecer su maltrato?”, “¡me obligó a estudiar y a ser lo que ella no pudo!”… Y así, muchas de estas expresiones definen lo banal, distraída, arrogante, débil de carácter, emocional y hasta lo frustrante que ha sido el comportamiento de la mujer como madre.

¿Cómo puedo dejar atrás el dolor y perdonar a mamá?

Si aún estas luchando contra ese sentimiento de haber experimentado lo peor de tu mamá; si lloras las heridas que aún no sanan, porque no has escuchado un “¡perdóname, hija!” de su boca; si al mirarte al espejo te desprecias por parecerte a ella y saber que los años han pasado sin que su comportamiento cambie; si eres de esas hijas que la llama o visita por obligación y ha llegado al extremo de no soportar verla o escucharla, porque se enciende una discusión que te lleva a despreciarla y preferir el hecho que no sea tu madre; por favor, ¡no te rindas tan rápido!

Lo que crees que no tiene solución puede cambiar si comienzas a mirar a mamá de la manera correcta, es decir, más allá del dolor y de la queja.

Quizás, mientras me lees, alegues algo como: “¡es que ella es muy mala!, cree que siempre tiene la razón y nunca da su brazo a torcer” o, por el contrario, me digas: “ella es muy inconstante en sus emociones, olvidadiza y melancólica. No ha buscado surgir y su rencor la está destruyendo”… Entonces, te invito a hacer una pausa antes de continuar.

Detente, seca tus lágrimas, respira y expulsa el aire lentamente. Hazlo repetidas veces para liberar toda la molestia y decepción que sientes.

Sé que, culturalmente, ella es la imagen perfecta de aquello en que nos queremos convertir. Pues, se supone que mamá es nuestro primer ejemplo; es la heroína que protege y defiende; es ese espíritu luchador que la historia define y que es digno de imitar. Pero —te pregunto—, ¿alguna vez la has pensado como mujer, más allá de su rol de madre?

¿Cuántas veces has logrado identificar en ella los procesos de madurez que aún no ha completado?, ¿sabes cuáles son los miedos que enfrenta a causa de un pasado difícil?, ¿conoces las heridas y cicatrices que lleva a cuestas?, ¿sabes por qué le cuesta tomar decisiones? Y sigo preguntándote: ¿has investigado si posee algún trauma o trastornos de conducta que pueda estar padeciendo y que ameriten atención médica?

Con estas preguntas no intento convencerte de que te compadezcas de ella; tampoco busco justificar sus equivocaciones, esas que resultaron en todo lo que hoy sufres y lamentas con dolor. Más bien, mi intención es que puedas concebirla en su lado más humano —e imperfecto— por encima del ideal que tienes de ella (o de lo que crees que debió haber sido para ti). En función de poder perdonar a mamá, es vital que lo hagas.

Seguro te has levantado y has decidido escribir una historia diferente, ¡te felicito por ello! Solo te recomiendo que mires a tu mamá como una mujer con sus propias luchas, victorias y derrotas; en fin, como mirarías a una mujer que tiene su propia historia. Así lo hice yo y eso me ayudó a comprender mejor su forma de ser. Ahora soy ese hombro de mujer a mujer que avanza junto a ella y la ayuda a levantarse las veces que sean necesarias.

Perdonar a mamá te abre el paréntesis para dosificar una mejor relación entre ambas, en los términos que tú decidas y que sean saludables para ambas.

Mira con ternura su corazón valiente; ese que pujó con toda su fuerza para traerte al mundo. Perdona también esa fuerza que perdió durante el camino de tu crecimiento. Ahora, toma aliento y sigue sonriendo en la medida que creces en paz, paciencia, amor y firmeza para tratar no solamente con ella, sino con todos los que te rodean.

En aras de perdonar a mamá, necesitas volver tu corazón siempre al origen. El origen es el amor, que te ha sostenido y fluye desde tu interior para seguir viviendo. Recuerda que, al fin y al cabo, cuando nos convertimos en mamás, jamás dejamos de ser mujeres.

#MujerInspírate

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Ruth Figueroa

Profesora universitaria y locutora. Trabaja como asesora académica y metodológica en proyectos de investigación. Ama las letras, la música y el arte. Está decidida a vivir siendo más y su pasión es escribir para inspirar a otros.

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