Redefiniendo el concepto de belleza
Para nadie es un secreto que vivimos en un mundo sumamente exigente; nuestro entorno espera cada vez más de nosotros como personas, más de lo que somos, o bien, más de lo que deberíamos ser. En ocasiones, pareciera que existe una lista predeterminada con la cual cumplir al pie de la letra para calificar en la sociedad, garantizándonos así el éxito y la felicidad. Lo más triste de esto es que la mayoría de las personas viven su vida conforme al cumplimiento de esos parámetros, buscando aceptación, buscando ser amados.
La belleza es un factor que no escapa a esta cruel realidad. Ahora pregunto: ¿acaso alguien podría definir acertadamente lo que la verdadera belleza representa? “Armonía y perfección que inspira admiración y deleite” (dice la Real Academia Española); pero, ¿quién establece esos estándares de perfección?, ¿quién establece el compás de esa armonía?
“La belleza está en los ojos de quien mira”, expresa una famosa frase… La belleza es inspirada, y no todos nos inspiramos por igual, ¿o me equivoco? Si intentamos encajar en un molde preestablecido por y para todos por igual, no encontraremos más que decepción; y si procuramos afianzar nuestra identidad con base en ese modelo común, solo lograremos nuestra propia desvalorización. Es por ello que a diario vemos chicas jóvenes –y no tan jóvenes– que ante sus propios ojos se ven atroces, desesperadas por ser aceptadas, mujeres cuyo anhelo de ser “hermosas” ante la sociedad –o ante un hombre–, ha traspasado la barrera de lo físico al tocar sus corazones, quebrantando su voluntad de vivir, cuestionando su valor y lo que realmente merecen.
Hoy quiero presentarte a una chica; ella es Molly Bair, una mujer como tú y como yo; ella conoce de cerca lo que es el rechazo. Molly tiene apenas 17 años y toda su vida creció con múltiples vejaciones solo por verse un poco diferente a las demás jóvenes. “Alien, rata, gremlin, duende, demonio y monstruo”, eran varios de los apodos con los que sus compañeros la acosaban.
Los rasgos físicos inusuales de Molly la hicieron ser víctima de bullying, y por ende, la hicieron sufrir mucho. “Tengo cara de nena de 10, orejas grandes en comparación con otros de mis rasgos, cuerpo de adolescente, piernas muy flacas y una altura de jugador de básquet: mido 1,82”; comenta en una entrevista.
Un día normal, esta chica de quien te hablo paseaba por un mercado de Nueva York, y sus inusuales rasgos físicos inspiraron tanta armonía y hermosura que de inmediato fue convocada, y desde ese momento, Molly ha formado parte de la cartera de modelos de una de las casas de moda más representativa a nivel mundial: Channel. Es tan solicitada por diseñadores que a sus 17 años ya ha trabajado para firmas como Alexander McQueen, Balenciaga, Alexander Wang, Prada, y Gucci.
Como verás, la belleza física es subjetiva; pero la belleza real aunque intangible, es certera, y no hay parámetros que la definan. Aunque existan detractores que quieran apagar tu vida, tu trabajo es entrenar a tus oídos, mente y corazón para hacer caso omiso de ello, porque, ¿acaso existe obra de arte de que no encierre belleza en sí? No lo creo… ¡y tengo excelentes noticias para ti! Así como Molly, tú eres una obra de arte. Eres nada más y nada menos que una hermosa creación en manos del artista por excelencia, de quien el universo entero lleva firma, al igual que tú. Encuentra la firma de Dios en tu corazón, y te aseguro nunca más te verás igual; si Él te hizo genuinamente hermosa, ¿quién puede refutar al artista?
Fotos del facebook de Molly Bair
