Razones para creer en la virginidad

Hablar de la virginidad en pleno siglo XXI es un tema sin tabúes en la cultura occidental. Para ninguno es un secreto que, más allá de ser una norma moral o religiosa, poseerla y conservarla hasta llegar al matrimonio es una decisión personal.

Tan cierto es esto que en los países de América no hay una edad específica que le indique a la mujer cuándo perderla; sin embargo, hay una edad que la hostiga cuando aún la conserva. Es entonces cuando aflora la típica pregunta: “en serio, ¿eres virgen?”, junto a una reacción de asombro y rareza, pues, se ha vuelto una tendencia de la modernidad el no serlo.

Si nos vamos al sudeste de África, ser virgen le otorga a la joven un estatus económico. Por otro lado, en algunos países de Asia, la virginidad de la mujer tiene un alto costo para la venta; este no es el caso de la cultura islámica, donde se condena y castiga físicamente a la mujer si no es virgen antes de casarse.

Es evidente que la concepción de la virginidad tiene diferentes matices según cada cultura. Lo cierto de todo esto es que cada mujer, en libertad plena, sería capaz de gritar que es de su propiedad; sin duda alguna lo alegaría frente a cuestionamientos que pretendan subestimarla por ello.

Por décadas, el tema ha sido debatido desde el aspecto anatómico de la sexualidad femenina. Sin embargo, la virginidad no es algo exclusivamente biológico, es decir, la rotura del himen no necesariamente implica un coito, también podrían ser consideradas otras causas, como golpes en la zona o masturbaciones bruscas que perforen la membrana. Sea cual fuere el caso, este no será un aspecto abordaré.

Por otra parte, todavía hay personas que asocian la virginidad con perfección. No nos engañemos, el hecho de ser virgen por sí solo, no te hace pura. Puedes ser virgen y estar confundida, tener una concepción distorsionada de ti misma y exteriorizarlo a través de tu conducta en la sociedad.

Ahora bien, mi intención al abordar el tema de la virginidad es hablar sobre la decisión consciente de la mujer al exponerse sexualmente.

Aunque varios sean los mitos, creencias y costumbres que engloban la idea de la virginidad, la mujer solo conoce una verdad; esa es que la pureza de su corazón es tan suya como la de su piel y que su virginidad es un tesoro de reservación íntima y privada que, una vez se da conocer, la expone a la desnudez compartida.

En este punto, quizás te parezca poético o patético lo que acabas de leer ya que el valor de la virginidad ha quedado resumido a la ligereza del deseo y del placer. Sin embargo, sabes bien que su conexión con el real y estimado significado de ser mujer no es un asunto sin importancia porque el atropello a la estima, la admiración y el aprecio de tu ser se viven en carne viva.

Que la definición de las nuevas tendencias sobre “la sexualidad libre” no menosprecie el alcance de las balas frías que llegan a tu corazón. Mejor asegura que la indiferencia y el abandono no lo destrocen porque ser virgen, no es ser retrógrada.

Al parecer, el feminismo ha disfrazado la fortaleza de la mujer en su inclusión en los diferentes contextos sociales, y si de desilusiones se trata, su positivismo reluce en frases que son como salvavidas inflados; pero una vez que el dolor y la depresión de los actos que promueve hacen su aparición en tu vida, se desinflan y ahogan.

Con este post no busco convencerte de un ideal, pero sí tengo la intención clara y sin desvíos de influenciar la actitud femenina que está decidida a restaurar y/o preparar al corazón para un amor exclusivo, de paz y bienestar.

Por favor, no te sientas aludida ni excluida si ya no eres virgen; al contrario. Déjame decirte que puedes reconquistar tu virginidad al asumirla con el verdadero valor que tiene; solo una acción te conducirá a que tu corazón la posea: decidir amarte de verdad. Verás, el amor que es honesto, purifica. Eso sí, para ello tendrás que hacer un esfuerzo y no ceder a relaciones impropias, donde no estés segura de la sinceridad y permanencia.

En pocas palabras, se trata de reservarte para un amor de mayor categoría. Por eso es tan importante decidir amarte. El amor propio te revela tu valor y cuando te valoras, no te ofertas a cualquier postor.

Razones por las que vale la pena creer en la virginidad:

  1. Porque es una representación de tu ser –y de tu significado como mujer– que no cualquiera puede tener.
  2. Porque define tu mentalidad de lo estimable frente a lo corrompido. En una sociedad donde la importancia de la virginidad es subestimada, tú marcas la excepción a la regla; no temes ir contracorriente y eso te hace diferente del promedio.
  3. Porque apremia tu sexualidad. Simplemente porque no imitas ni cedes a estampas que te fuerzan a vivir un destino donde tu alma y cuerpo no se encuentran ni se conectan.
  4. Porque es un retrato de tu madurez biopsicosocial. La madurez no se obtiene en la brevedad de la vida, más bien se desarrolla mediante procesos de crecimiento físico y emocional; esta es cultivada por la habilidad de escuchar y la humildad de aprender.
  5. Porque es un símbolo de lealtad hacia ti misma, a tus valores, a tu visión, a tu firmeza y determinación, a tu plan, a tus alcances y logros, a tus sueños y a tu honor.

Preciosa mujer, no negocies con lo superficial y pasajero lo que de ti tiene un precio. Atesorar tu virginidad es otra forma de proteger tu corazón. Corónate.

#MujerInspírate

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Ruth Figueroa

Profesora universitaria y locutora. Trabaja como asesora académica y metodológica en proyectos de investigación. Ama las letras, la música y el arte. Está decidida a vivir siendo más y su pasión es escribir para inspirar a otros.

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