¿Rabietas temperamentales?, 4 estrategias para contrarrestarlas

¿La niña que llevas por dentro sale a relucir con gritos y berrinches de vez en cuando? Puede que sí. Alegarás que estás cansada y no has tenido tiempo para expresar lo que te insiste por dentro, después de todo, tantas ocupaciones no te han dejado respirar y tantas demandas –por parte de los demás– te han hecho explotar.

De pronto caes en cuenta que tu respuesta y reacción no han sido precisamente las que querías dar, pero ya has clavado la ofensa. Entonces pasan los días y crees que tu mal genio responde a algún cambio hormonal porque te conoces y sabes que el ciclo menstrual y sus constantes malestares generan fatiga, irritabilidad, sensibilidad, poca concentración, entre otros síntomas, y hasta te comportas dubitativa justo en esos días; por eso nada te sale bien.

Sin embargo, has llegado a un punto en el que te miras y dices: “un momento, ¡no puedo seguir escondiendo mis faltas a la sombra de un carrusel hormonal!”, y es cierto: no puedes excusar la intolerancia, impaciencia, imprudencia, incomprensión e irrespeto hacia los demás sin considerar antes que tienes un problema de temperamento que te urge cambiar por voluntad propia. Además, hay algo que debemos reconocer:

Las hormonas no siempre tienen la culpa de nuestro mal genio ni actitudes.

Si te encuentras en este lugar de reflexión, continua leyendo para descubrir qué es lo que está pasando contigo y así puedas reconocer las actitudes que últimamente te dominan y sus cualidades emotivas.

  • El perfeccionismo. Quizás desde la niñez te exigieron no equivocarte y que todo en tu vida fuese sin tachaduras ni dobleces. Ahora el grado de inflexión ha superado el extremo de la sensatez y la terquedad ha llegado a tu vida con severidad, lo que te hace una persona obstinada y enfadada con los demás.
  • La autosuficiencia. Tal vez te enseñaron que “cada quien con lo suyo”; entonces te molestas ante las torpezas de otros, llegando a la extrema vanagloria de alegar que solo tú tienes la capacidad necesaria para hacer las cosas bien y con agilidad.
  • Salirte siempre con la tuya. Eso de querer tener la razón en todo no es nada nuevo, el problema de ello es que exige mucho de ti, al punto de volcarte hacia el estrés o al colapso –entre gritos y lágrimas– si tu elección no es aceptada o si tus ideas son condicionadas. Podrás negarlo ahora –porque es algo que da vergüenza reconocer– pero cada vez que actúas desenfrenadamente para dejar fluir palabras hirientes, por lo general es con la intensión consciente –o inconsciente– de estar por encima y no doblegar; de salir airosa y de anteponer tu superioridad sobre alguien más.
  • Compararte y envidiar. Haces tanto esfuerzo por demostrar y empleas tantas palabras para congraciar que terminas por caer en la envidia y en su deseo enfermizo de destacar, entonces buscas intencionalmente superar a los demás, aunque eso implique el atropello físico y verbal de otros.

No te asustes si sientes que has experimentado alguna de estas cosas que hoy deseas cambiar en ti. Si es así, ¡ten paz! Te guiaré hacia cuatro estrategias que te ayudarán a mantener el control de ti misma ante los factores que desencadenan tu mal genio, con el fin de que aprendas a conducirte sabiamente frente a cualquier circunstancia.

1. Identifica a qué responde tu volatilidad. Querida, a veces postergamos tanto el examinarnos que por eso no nos ocupamos en trabajar nuestro temperamento y tendemos a ser impulsivas, volátiles e iracundas. Así que apresúrate a responder preguntas como “¿por qué insiste en mí esta pataleta?” y “¿cuál es el motivo de mi constante incoherencia emocional?” para poder identificar lo nocivo en tu alma.

2. Reconoce lo que está mal y sincérate sin temor. ¿Te sientes mal luego de actuar con rabietas? Sé honesta contigo misma y con Dios al no inventarte argumentos para darte la razón –como el típico: “lo hice para que aprenda o para darle una lección”–, ya que precisamente por eso es que reincides en tus actitudes hirientes y marcadas por la intolerancia, o peor aún, en aplaudirte dichas actitudes. Quizás esto no te agrade, pero si tu emoción sulfura y descompensa a los demás, entonces ¿cuál es el bien que le da sentido a tus acciones?

No te engañes, mientras no reconozcas que tienes un problema temperamental, volverás a incurrir en la misma falta y no habrá “desbalance hormonal” que puedan escudar las consecuencias de tus actos.

3. Cuando sientas que vas a explotar, ¡contraataca a tu temperamento! Retírate por un tiempo a solas, respira profundo y después de reconocer la emoción detrás de tu actitud, perdónate y ora por ti benignamente –esto es, sin juzgarte–. Luego busca la concentración en pensamientos limpios que afirmen tus pasos hacia el cambio que tanto deseas, porque ciertamente has tenido errores que tendrás que reparar, pero tú no eres esa persona que se complace en hacer maldad.

Recuerda que solo tú eres responsable de preservar tu propia paz.

4. Dispón tu corazón para avanzar. Comienza a practicar expresiones bondadosas, intenciones que le den importancia a la voz y buenas ideas de los demás, ten un espíritu humilde para escuchar atentamente, demuestra tus alegrías, expresa tus molestias pausadamente y sin victimizarte –es decir, sin gritar o insultar–, reconoce tus alcances y expresa cuando ya no puedas más.

No olvides que todo se trata de ti cuando decides trabajar en tu temperamento. Con esto quiero decir que no debes inculpar o responsabilizar a alguien más de las actitudes que tú misma decidiste asumir en un momento determinado.

Por último, recuerda que no eres perfecta y te puedes equivocar, pero cada vez puedes levantarte, limpiar tu mente y decidir mejorar. La congruencia y lo correcto está en la paz, así que ¡actúa siempre con bondad!

#MujerInspírate

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Ruth Figueroa

Profesora universitaria y locutora. Trabaja como asesora académica y metodológica en proyectos de investigación. Ama las letras, la música y el arte. Está decidida a vivir siendo más y su pasión es escribir para inspirar a otros.

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