¿Por qué los problemas son necesarios?

¿A quién le gusta tener problemas? Por más personas que existan con una vida enrollada, creo que a nadie. Los problemas nos llenan de preocupación, nos hacen perder el balance y en el afán por resolver, nos llevan a tomar decisiones apresuradas que terminan en desaciertos…

Sí, los problemas muchas veces hacen que nos salgan canas verdes; pero, por fatales que parezcan, estos suelen acarrear cosas buenas para nosotras cuando aprendemos a manejarnos [léase bien] como se debe en medio de ellos.

En pocas palabras –y como diría Ricardo Arjona– “el problema no es problema”, el problema es la actitud que nos llevan a asumir los benditos problemas (porque sí, son benditos).

No creas que perdí la cabeza. La verdad, eso de que “los problemas encierran bendiciones” no lo aprendí de la noche a la mañana. Simplemente me tocó el turno de cansarme de nadar contracorriente, de pretender que podía manejarlo todo, de preocuparme constantemente y de aprender a confiar más en Dios, porque sí, lo admito: esto último fue algo que hice más porque no me quedó remedio que por voluntad propia.

Para mi sorpresa, rendirme a mis formas sobrehumanas de solventar era lo único que necesitaba para que todo empezara a tomar orden de nuevo. También resultó ser la clave para descubrir lo que cada problema quería enseñarme.

En retrospectiva, descubrí que actualmente estoy donde estoy gracias a cada problema que surgió, a cada reto emergente y a cada cosa que se salió de mi control porque cada uno de ellos formó a la persona que soy. ¿Cómo es esto posible?, te lo diré mientras te explico por qué los problemas también son necesarios:

  1. Porque te impulsan a madurar. Cuando las cosas se ponen difíciles, la presión aflora para obligarte a ponerle un parado a todo ese coctel de emociones negativas que sientes a fin de centrarte, pensar con claridad y proceder. Los problemas llegan para ponerle fin al juego de nuestra volatilidad y a la inconstancia que se desprende de ella para enseñarnos a actuar con madurez.
  2. Porque cambian tu forma de manejarte ante las circunstancias. Los problemas te enseñan que no siempre tienes la razón, que también puedes equivocarte y que las cosas no están bajo tu control. De esta forma aprendes a actuar de maneras distintas a las que estabas acostumbrada y así descubres lo que funciona y lo que no, las actitudes correctas y las que no debes asumir.
  3. Porque pulen tu carácter. Cuando aprendes a controlar tus emociones y estas ya no te dominan a la hora de manejarte, justo ahí tu carácter sale a relucir para ser perfeccionado y afrontar con fortaleza el dolor, sin perder la esperanza de un mejor panorama.
  4. Porque te obligan a poner tu fe en marcha. Cuando te sientes de manos atadas ante los problemas que enfrentas y estos te ponen entre la espada y la pared, entiendes que hiciste tu mejor esfuerzo y luego de ello solo te queda una cosa por hacer; no, no es echarte a morir, sino confiar en que Dios aún tiene control de todo y actuará a tu favor. Si te fijas, estarás poniendo tu fe en marcha de una forma que nunca lo hubieras hecho si las cosas no se hubiesen complicado hasta el punto al cual llegaron.
  5. Porque te enseñan a ser más dependiente de Dios. Todo ese proceso que acarrea cada problema te hace consciente de cuán vulnerable eres y de cuánto necesitas la ayuda y misericordia de Dios para manejarte, no solo cuando no parece haber salida alguna, sino en todo tiempo. Eso, amiga mía, se llama crecer.

Por último, cuando superas tus circunstancias y sales sintiéndote diferente, fortalecida y con muchas lecciones que atesorar; ¡felicidades! Eso quiere decir que los problemas que afrontaste cumplieron su propósito en ti y ¡pasaste la prueba!

Por el contrario, si sigues dando vueltas en ese mismo problema o de continuo te enfrentas a la misma circunstancia; ¡ojo!, porque eso quiere decir que aún te está faltando algo por aprender y poner en práctica.

La clave para hacerle frente a los problemas no es tomar el asunto en tus propias manos, colapsar, enloquecer ni pedirle a Dios que los quite de tu vida, sino afrontarlos con la actitud correcta para que estos terminen trabajando a tu favor y así aprendas a crecer… Créeme, cuando todo pase y mires hacia atrás, te reirás de ellos.

¿Ahora entiendes por qué los problemas también son necesarios?

#MujerInspírate

¿Qué opinas?

Melina Vélez

Melina Vélez es comunicadora social, presentadora de radio, escritora, productora de Marketing Digital y directora creativa de Mujer Inspírate. Melina es una soñadora imparable, esposa de Ángel Galeano y mamá de Napoleón, su hijo perruno.

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