Por qué cada palabra cuenta (I)

Por qué cada palabra cuenta (I)

Mucha es la luz o la oscuridad que deja entrever el alma cuando pronuncia tan sólo un sonido, y es a través de nuestros labios que le hacemos saber a los demás cuán incómodas nos sentimos o si estamos en común acuerdo. Por eso es que cada palabra cuenta, pues la palabra transcribe con tinta, al exterior, los dilatados pensamientos que almacena nuestra mente.

Así como los ojos son el reflejo del alma, las palabras son la expresión de su rostro real.

Es mucho lo que se puede conocer de la personalidad de una persona, del temperamento, de la identidad, de las motivaciones de sí mismo y del otro por medio de las palabras que articulamos. ¡Cuánta verdad iluminan!, o bien, ¡cuánta mentira y presiones revelan y ambientan!

Nuestras palabras curiosamente buscan el éxito y persuaden al presente de su futuro, o por el contrario, pueden darle la dosis equivocada y de poca profundidad a un mejor porvenir. Con ellas podemos permanecer erradas o hablar correctamente, es así como resulta tan certero afirmar que el poder creativo o destructivo está en lo que creemos, y por consiguiente, en lo que decimos.

A lo largo del crecimiento personal, mis palabras han intervenido lo suficiente para mi transformación, ya que desde el interior he sido enseñada –con lupa y luz– a mirarme más hacia dentro.

En cuanto a mí, podría contarles que estaba sumergida en la imitación de un pasado, donde el trato familiar era rígido y de poca comprensión ante las equivocaciones. De allí afloró la ira por falta de perdón, las inseguridades por falta de honestidad, las mentiras por sostener apariencias y las constantes heridas.

Sí, es lamentable ver cómo moldes de este tipo nos hacen ser adoptivas del temor y el orgullo.

Sin embargo, a lo largo del tiempo he reflexionado una y otra vez hasta dar pasos hacia un nuevo comienzo; así que no te canses ni te rindas porque el perdón limpia las palabras, abre paso a la fe y dota el valor para optar por una vida en libertad.

No nacimos para ser figuras de la indiferencia, el dolor, el egoísmo o la altanería, así que mejor vivamos renovándonos a la salida del sol para ser el respiro de la paz, la constancia, la virtud y el ejemplo.

Ahora bien, ¿sabías que así como las telas y objetos tienen texturas, también la tienen nuestras palabras? No te pierdas el próximo artículo —por qué cada palabra cuenta (II): la textura de las palabras— donde ahondaré en los diversos tipos de palabras que solemos proferir, sus texturas y cómo estas dejan ver de ti más de lo que tú misma imaginas.

#MujerInspírate

 

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Ruth Figueroa

Profesora universitaria y locutora. Trabaja como asesora académica y metodológica en proyectos de investigación. Ama las letras, la música y el arte. Está decidida a vivir siendo más y su pasión es escribir para inspirar a otros.

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