No te equivoques, ser sensual no es como lo pintan

Senos grandes, labios carnosos, cabellera larga, cintura estrecha, caderas prominentes, glúteos aumentados… ¿Qué otros atributos nos han dicho que debemos perfeccionar para “ser sensuales”? O peor aún, con esto ¿cuánto hostigamiento ha desgraciado la autoestima de muchas?

La sensualidad ha adquirido un significado desviado para la cultura occidental. Por otra parte, ha sido tanto el empeño del feminismo por protagonizar e irrumpir con los patrones canónicos que tampoco ha logrado sostener la verdadera libertad y concepción de la sensualidad. De allí la acrobacia de la cirugía con el bisturí, la ambición del cuerpo al desnudo y la magia excluyente del diseño fashionista.

La mujer realmente consciente de su sensualidad es aquella cuyo espíritu lo nutre la paz de amarse a sí misma y de reconocerse ante los demás sin disfraz y sin los desaciertos del qué dirán.

Ella cultiva su honor en la bondad que la purifica y al mirarse al espejo, ve la belleza de su reflejo. Al exteriorizar su ser auténtico, toda ella es un perfume y un ensueño dorado porque respira plenitud.

La verdadera sensualidad no es vulgar, sino que conserva –sin extremos– los alcances de su genialidad. Las mujeres que han comprendido el secreto y los límites de la sensualidad, saben comportarse a la estatura y lucen con elegancia su sencillez porque no tienen apego hacia lo banal ni a lo trivial.

Pero, ¿qué ha ocurrido entonces con esta otra mujer que confunde la belleza con lo obsceno? En este tema, la mujer ha dejado de ser una víctima; al contrario, sabe muy bien lo que hace con cada mirada, baile, palabra, movimiento… Con cada atributo que expone sin dejar mucho a la imaginación, se ha hecho deliberadamente cómplice de la obscenidad, motivada por una falsa aceptación camuflada en palabras y atenciones que la catapultan hacia esa exhibición superficial.

Mujer, basta de creerte sensual por exhibir, con intencionalidad viciada, tu cuerpo.

Quienes actúan de tal forma, persiguen una aceptación forzada en sus relaciones sociales hasta terminar por destruir su propia imagen; ya que quienes aplauden la superficialidad, no toman en cuenta y desechan el valor de la esencia misma de la mujer.

No tienes que congraciar con lo vulgar para obtener la atención que deseas ni para que los demás te acepten, ya que allí no están el amor ni la aceptación que tanto anhelas encontrar.

Querida amiga, el amor verdadero es limpio y puro. Como sabrás, todo lo limpio y blanco llama la atención, en especial, por su facilidad para ensuciarse o corromperse. Así que ¡ten cuidado con tu corazón! No negocies tu verdadero valor para brillar a punta de estereotipos baratos que te venden un resplandor de fantasía barata; tampoco cedas a hombres que te invitan al modelo común y facilista. ¡Que no te convenza el trato del placer sin conocer!

Deja de exponerte y de tentar con tus actos atrevidos que desprestigian tu inteligencia y tu esencia misma; no prestes tu cuerpo para lo impuro, y no, te hablo del acto sexual equivocado o desordenado, más bien te hablo del simple guiño que codicia, del susurro de voz que simpatiza y del gesto de tu cuerpo que te conduce a lo impropio y descortés, es decir, de la evidente intencionalidad contaminada detrás de cada actitud que asumes.   

Ese es el llamado que la sociedad de hoy hace a las mujeres, y a juzgar por los criterio de esta misma sociedad corrompida, quizás creas que te escribo “consejos de santurronas”, “enchapados a la antigua” o “tonterías de solteronas”, pero no es así; porque a las heridas, los fracasos y frustraciones de las mujeres que viven a merced de esta sociedad y su “sensualidad” viciada, yo lo llamo autosaboteo  y vacilaciones, no sólo equivocaciones.

No creas que el modernismo es lo que brilla y lo que te mantiene en la cima. Si no te estimas a ti misma ni te das a respetar, te convertirás cruelmente en tu propia verdugo.

Dejas de ser sensual cuando pierdas la esencia del buen humor que te da la convicción de tu identidad, dejas de ser sensual cuando adaptas tu maquillaje, vestimenta y lenguaje corporal para encajar y agradar, ocultando tus carencias y la frialdad de tu realidad.

Eres bonita porque te aceptas, te disfrutas y resplandece en ti la paz interior y propia hacia ti.

Tu hermosura resplandece por sí sola cuando crees en ti, cuando trabajas con virtud para alcanzar aquello que tanto has anhelado, cuando dices la verdad, cuando te muestras real y sin parches que te oculten.

Disponte hoy a cambiar aquellas actitudes que te estresan e incomodan; acércate un poco, en silencio, al espejo e invítalo a hablarte de ti. Escucha con atención tus virtudes, anota tus debilidades, no te juzgues por tus imperfecciones… Empieza así a quitar, poco a poco, la mancha de los errores y a hacer las paces contigo misma. Maquilla tu rostro como mejor quieras sonreír. Viste y calza el atuendo con la preciosidad de tu corazón y expresa con tu cuerpo el reinado que has ganado con honor.

Que no se equivoque el que viene a ti recargado de lo inmoral, pues, tu sensualidad es la actitud que ha vencido a las sombras del miedo y que engalana tu alta costura de autoconfianza y atractiva seguridad en cada paso que das.

Mujer, que tu imagen sea poderosa no por lo obsceno, sino por tu admirada presencia sugerente de credibilidad.

#MujerInspírate

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Ruth Figueroa

Profesora universitaria y locutora. Trabaja como asesora académica y metodológica en proyectos de investigación. Ama las letras, la música y el arte. Está decidida a vivir siendo más y su pasión es escribir para inspirar a otros.

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