Lo que un beso no te dijo en su momento

El beso es una creativa, dulce y asombrosa forma de comunicar.

En el beso hay cariño, respeto, estima, acuerdo… Desde que nacemos lo experimentamos. Las mamás acostumbran a besar a sus bebés –y no tan bebés– como un gesto de ternura y amor sin igual; cuando crecemos, cultivamos relaciones familiares y amistosas con un beso en la mejilla, típico en nuestros saludos y despedidas.

Y ese beso, el que anhelamos cuando alguien nos gusta. Ese, el de la risa y la añoranza, el de la primera vez, el de la conquista, el del secreto y el comienzo… Ese beso puede significar tanto que llega a lo más profundo del corazón para conectarnos con el ser amado.

Lo soñamos, lo anhelamos… Es tan esperado que, cuando llega, resulta descriptible e indescriptible a la vez.

Mucho se ha escrito de lo que significa el momento de ese beso. Los románticos se han encargado de escribirlo en poemas y de continuo se ha recreado en el cine y la televisión como la muestra perfecta de dos enamorados. De hecho, así se nos ha graficado. Sin embargo, el beso puede perder su sabor y valor con el pasar el tiempo; muchos suelen justificar este hecho con un típico “es que se acabó el amor”.

Pero, ¿qué es aquello que ese beso no te dijo en su momento y que ahora empiezas a notar, justo cuando todo acabó?

  • Que no estabas preparada. Seguro te faltó tiempo para asegurarte de lo que sentías y conocer mejor lo que él sentía por ti.
  • Que te dejaste guiar por la emoción del momento y no te percataste de las diferencias, aquellas que la sinceridad esclarece cuando le damos tiempo.
  • Que te precipitaste al tomar el asunto en tus manos, acelerar el gesto y el movimiento sin el reconocimiento previo de las intenciones de aquél chico.
  • Que te confundiste. Creías que estabas enamorada pero no fue así.
  • Que él no te amaba como tanto decía y como tú creíste.

Y así, cualquier cantidad de cosas… El punto es que, chicas, un beso comunica más que un sentimiento de afecto; este delata intenciones y pensamientos.

Si entendiéramos que el alma se conecta con las emociones de la otra persona, creo que seríamos más cuidadosas no solo al besar, sino al abrir nuestro corazón y entregar más de lo que nos corresponde antes de tiempo.

Un beso puede conectarse con esa herida no curada, con un sentimiento de rabia no perdonado, con un amor fingido y victimizado, con el placer apresurado, con una tristeza aparentada, con una identidad que aún no ha profundizado en pensarse y conocerse, en aceptarse y afirmarse.

Si no queremos llorar, hay que madurar antes de besar.

Cuando damos con honestidad, disfrutamos que otros tengan algo de nosotras. Ahora bien, ¿has pensado en qué estás entregando? Meditemos en esto hasta que nuestro entendimiento nos permita discernir cómo estamos por dentro, qué sentimos y qué esperamos de alguien más.

Las relaciones amorosas deben estar fundamentadas en la integridad y ser íntegro no solo implica honestidad, sino coherencia entre aquello que hacemos y decimos.

No te prestes para algo efímero ni para aquello de lo que no estás segura. Si aún no has asumido el compromiso de cambiar actitudes mal formadas, debes entender que tus acciones afectarán a los demás tal como las actitudes de ese chico con asuntos inconclusos del corazón, te afectan a ti.

¡Evitemos la superficialidad a toda costa! Que cada beso sea para construir relaciones con sustancias de certeza. Esas son las relaciones duraderas.

Que la memoria recuerde cada beso de confianza y así la fidelidad encuentre un motivo para mostrarse y demostrarse.

Tómate tiempo para amarte mucho, para hacer fluir tu propia credibilidad al besar y por supuesto, a la hora de recibir, ¡no te conformes con menos de lo que esperas y ofreces!

#MujerInspírate

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Ruth Figueroa

Profesora universitaria y locutora. Trabaja como asesora académica y metodológica en proyectos de investigación. Ama las letras, la música y el arte. Está decidida a vivir siendo más y su pasión es escribir para inspirar a otros.

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