Lo que toda mujer comprometida debe saber

Si bien, encontrar a la persona que te complementa ya es una bendición en sí, el compromiso viene a marcar el principio de ese sueño que dentro de toda mujer se gesta desde su niñez: el gran día de la boda. Quizás esperabas que dijera “formar una familia” –por supuesto–, pero decidí mencionar el día de la boda porque, seamos honestas, luego del “Sí” y de avisar a los familiares y amigos, lo primero que hacemos es pensar en el vestido, el tocado, el fotógrafo ideal y en todo lo que soñamos para el momento.

De ahí en adelante, nuestra vida pareciera convertirse en una montaña rusa que gira en torno al evento en sí, con varios giros (innumerables cambios de planes, la depuración de la lista de invitados…) y varias caídas libres (las típicas crisis existenciales) de la novia, por lo general, en torno al presupuesto que se tiene y que se requiere –porque nunca concuerdan– generando desde estrés hasta impaciencia, pues, mientras más se acerca el día, más difícil se hace la espera. En fin, el inicio de ese sueño se puede convertir a veces en un verdadero dolor de cabeza.

Como futuras esposas, debemos deslastrarnos un poco de la euforia y entender que el matrimonio es algo que practicaremos a diario por el resto de nuestras vidas, por ende, trasciende el evento de una noche. Además, al enfrascarnos tanto en nuestro porvenir como esposas, olvidamos valorar lo más importante; más allá de emprender una nueva etapa, una muy importante se cierra: la soltería.

Tras pocos meses luego de comprometerme, y durante una visita a lo que podía ser un nuevo hogar junto a mi futuro esposo, experimenté un quiebre emocional. Caí en cuenta que mi cama ya no sería mi cama; ni mi cuarto, mi rincón de privacidad para soñar, crear o llorar a solas; y lo más duro, ya no vería a diario el rostro de mi madre ni escucharía sus consejos diarios, ni reiría con las ocurrencias de mi padre o vería películas con mi hermano, ya no podría comer a la hora que quisiera o simplemente no cenar porque no estoy de ánimo para cocinar… me quebré. Fue entonces cuando esa impaciencia por que llegara ese día soñado, se convirtió en una apreciación de los pocos días de esta independencia llamada soltería.

“Por eso el hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y los dos llegan a ser como una sola persona”. Génesis 2:24 (DHH)

Si estás comprometida o estás por comprometerte, suelta el afán de lo que está por venir y empieza a disfrutar de la vida que llevas hoy, porque así como cambiará tu apellido, tu ritmo de vida y tu entorno darán un giro de 180°.

  • Aprovecha los tiempos de soledad e intimidad en tu casa, apartamento o habitación para meditar, leer y buscar de Dios. Recuerda que compartirás un cuarto y cuando te cases, y desees estar solo contigo misma o con Dios, probablemente debas irte a la sala o cocina.
  • Empieza a cultivar el orden en tu vida, pues, requerirás el doble del orden ya que los chicos suelen tener cierto grado de despiste, y más si son desordenados.
  • Si vives con tu familia, aprovecha cada momento de compartir con tus padres y hermanos, las amistades pueden esperar; recuerda que ya no volverás a compartir tan libre y periódicamente con ellos como antes, cuando vivían bajo un mismo techo.
  • Cultiva la sujeción en ti, puedes empezar por pequeñas cosas como respetando la película que decidió ver tu pareja en el cine (aunque no te guste) o acompañándolo a algún lugar al que tú no desees ir; recuerda que hoy haces lo que quieres con tu tiempo y decides únicamente por ti misma. Pero mañana, cuando estés casada, tu esposo será cabeza de familia y tomará muchas decisiones que afectarán a ambos, que quizás no te gusten, pero deberás respaldar.

“Pero quiero que entiendan que Cristo es cabeza de cada hombre, y que el esposo es cabeza de su esposa, así como Dios es cabeza de Cristo”. 1 Corintios 11:3 (DHH)

  • Cultiva tu carácter en la paciencia y el amor. Cuando te cases, deberás aprender no solo a controlarte cuando estés molesta, iracunda, hormonal y pare de contar, un “hablamos mañana y cada quien para su casa” ya no funcionará. Deberás aprender a convivir con él aun cuando él sea el motivo de tu disgusto. Así como a lidiar con tu esposo cuando esté molesto, triste, o cuando se equivoque en sus actitudes.
  • Practica el perdón. La soltería es el mejor momento para soltar el orgullo y el ego, pues, la falta de comunicación, perdón y respeto, son los ingredientes principales para que se gesten los problemas de pareja.

“Además, «no pequen al dejar que el enojo los controle». No permitan que el sol se ponga mientras siguen enojados”. Efesios 4:26 (NTV)

  • Empieza a ensayar desde casa las actividades que hoy no dominas, o bien, no realizas a diario. Por ejemplo, quizás no estés acostumbrada a cocinar periódicamente o acostumbras a tomar siestas en las tardes. Cuando te cases, estas libertades se reducirán, pues también te debes a la atención de tu esposo.

“Pero el casado tiene que pensar en sus responsabilidades terrenales y en cómo agradar a su esposa; sus intereses están divididos…” 1 Corintios 7:33-34 (NTV)

Recuerda que luego de la boda, dos vidas empiezan a engranarse, y este proceso de adaptación lleva su tiempo. Así que más que preocuparte solo por las flores, los invitados, y el catering, empieza a valorar tu ritmo de vida y con quienes convives hoy. Nunca se está 100% preparada para ser esposa y en el camino uno se perfecciona, pero si hay algo seguro es que tu vida, al ritmo que la vives actualmente, jamás volverá a ser igual; así que ponle fin a tu soltería con gratitud y la mejor actitud.

#MujerInspírate

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Andrea Colina

Comunicadora Social/Periodista. Escribo, luego existo. Amante del buen cine y de los retrogames. Creativa por gracia multiforme.
JESÚS: mi verdad absoluta.

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