Lo que aprendí de la vejez

A los 20 años, la vejez es un tema que ni nos interesa, pero al llegar los 30, esta empieza a vislumbrarse como un pensamiento –con canas incluidas– y mientras siguen pasando los años, nos asustamos y nos preguntamos cómo es que el cuerpo se va transformando. De sólo imaginarlo, comienza la premura en querer hacer lo que aún no hemos hecho, mientras que viene el lamento a opacar el corazón y el intelecto.

Es cierto que con el transcurrir del tiempo nuestro cuerpo no será el mismo, que el olvido y las pocas fuerzas se combinarán con las arrugas y que los cuidados de la salud se acentuarán. Sin embargo, aunque no puedas evitar que el cuerpo pierda vigor, sí depende de ti mantenerte constantemente renovada y joven en tu interior, que es de donde fluye tu esencia. ¿Cómo hacerlo?, asumiendo la madurez física y sus cambios con la actitud correcta.

Ante esta realidad, hoy quiero compartir contigo algunas cosas sobre la vejez que aprendí de mi abuela, María de las Nieves o “Ma’ ñeve” –como le decimos por cariño–, y hablarte del espíritu de la eterna juventud en su propia descripción:

  1. Cada año cumplido no es un año menos de juventud ni un año más de vejez; simplemente es un nuevo nacimiento en acuerdo con el tiempo.
  2. El mirarte al espejo y contemplar tus arrugas es solo el reflejo de tu aprecio; como escuché decir a mi abuela una vez frente al espejo: “mírame, con estas arrugas en la cara, ¡qué buenamoza soy!”.
  3. Cualquiera que sea la edad, no se obliga al corazón a hacer lo que no quiere. Jamás cedas a complacencias donde tu cabeza no asiente.
  4. Hacer las cosas con lentitud no es perder el tiempo, es asumir la calma como cualidad importante para seguir siendo útil.
  5. Dormirse será común y no necesariamente porque estés cansada, sino que habrás aliado el sueño con el descanso para hacer fluir tus buenos pensamientos.
  6. Cada día se vuelve un anhelo para hacer huir a la soledad; por eso se hace tan importante invertir tiempo en compartir, vestir cómodamente, comer en familia, conversar, entretenerse con juegos de mesa, contar chistes, improvisar adivinanzas y hasta bailar sin prejuicios.
  7. Los recuerdos se harán presentes para reír y contar las travesuras del pasado o para llorar por aquella pérdida que dolió. Entiende, no hay que negarle al alma que sienta, se cure y se restablezca.
  8. Que los olvidos vengan a dejar la mente en blanco no es razón para llorar ni para entristecerse, sino para inventar con buen humor y disfrutar cambiando nombres, edades y fechas. Te contaré un secreto de familia: mi nombre es Ruth, pero en compañía de mi abuela, por horas puedo ser José María; al recordar mi nombre, ella ríe a carcajadas y nosotros –en son de broma– le decimos que “nos cuente de ese novio que tanto amó”.
  9. En la vejez es normal encontrarse con pocas cosas por hacer porque habrás aprendido a liberarte de los “deberías” para comenzar a enfocarte en los “podrías”; eso no está mal ni te resta valor.
  10. Permitir la ayuda y los cuidados de otros hará crecer la humildad en ti, así que no te los niegues.
  11. Haber alcanzado la sabiduría que proporcionan los años vividos te hará comunicarla y dejar una huella imborrable en los demás.
  12. Aprenderás a desprenderte de lo material dando amor y cariño, con suaves, cálidos y reconfortantes abrazos a familiares y amigos.
  13. Llegar a la vejez no es sinónimo de sabiduría si la terquedad es la respuesta de cada día y si la imposición es la tradición que ahuyenta a tus seres queridos.

Por esto y más, visualiza cada año no sólo para prolongar tus días y esforzarte por llegar bien a la vejez, sino para vivirlos al máximo teniendo paz, cumpliendo tus sueños, liberando tus barreras y expandiendo tu credo.

Ten la certeza que las declaraciones concebidas en el ejemplo serán siempre tu memoria viviente en la vida de otros.

No tengas miedo de envejecer, tampoco pienses que envejecer es morir; al contrario, ¡aún tienes vida por delante! Así que revive tus ilusiones, ejercita hoy tu buena salud, aprende todo lo que puedas, estudia aquello que disfrutes, trabaja tus metas, emprende en la guía de tu propósito, viaja y explora, expresa tu generosidad, perdona a quien te dio la espalda, vive en honestidad, vuélvete a levantar cada vez que caigas, procura la calma en tus decisiones, dirige siempre tu mirada al lugar donde encuentres descanso, permítete renovar fuerzas, no adules a quien nunca te conoció, no te frustres por lo que no se solucionó, reconoce tus faltas y recuérdale a quienes amas, cuánto los amas… Al vivir de esta manera, tu corazón tendrá contentamiento y largura de días, eso sí, de días buenos, aún en la vejez.

En honor a los 100 años de mi abuela, a su historia legendaria, a su memoria creativa –que me incluye– y a su herencia moral que me firmó, selló y registró por su noble corazón.

#MujerInspírate

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Ruth Figueroa

Profesora universitaria y locutora. Trabaja como asesora académica y metodológica en proyectos de investigación. Ama las letras, la música y el arte. Está decidida a vivir siendo más y su pasión es escribir para inspirar a otros.

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