Date permiso para darte el gusto

Uno de los placeres más genuinos que las mujeres disfrutamos es el de poder hablar sin tapujos con nuestras amigas, ¿o me equivoco?

Hace poco hablaba con una de ellas sobre el esfuerzo que hacemos para poder adquirir lo que deseamos y de lo fácil que se puede esfumar ese sacrificio –de la noche a la mañana– cuando surge un gasto no planificado, llevándonos a comenzar desde cero. Es que si hay algo común en esto de ahorrar es privarnos de darnos los gustitos que tanto bien nos hacen, ¿o no?

Sin embargo, ese día noté algo diferente en ella. A pesar de todo el tiempo que se puso en un segundo plano en aras de ahorrar y más allá de que las cosas no salieran como ella esperaba, ella se dijo a sí misma: “mí misma, es ahora o nunca. Date un gusto, porque te lo mereces”. A simple vista podrá parecer una declaración tonta, pero lo cierto es que por primera vez –y en mucho tiempo– no se dejó llevar por sus circunstancias y descansó del “deber ser” para pensar un poco más en ella.

Esto me hizo reflexionar porque ¡así somos! De continuo nos negamos esa licencia para complacernos porque pensamos DEMASIADO en todo lo que implica y pues, ¡así a cualquiera se le quitan las ganas de todo!

Quizás te dejas de comer un helado por los kilitos demás o de comprarte algo que te hace falta por no gastar demasiado de tu sueldo; pero esto no aplica solo a lo material. Tal vez te ahorras tus emociones para que los demás no sepan cuán vulnerable te sientes o bien, te cohíbes de decir todo lo que piensas para que no te miren raro… Por supuesto, hay un tiempo y momento para todo, pero lo que no entendemos es que cuando esta actitud pasa a ser una constante en nuestra vida, nos estamos privando de la vida misma.

Sin importar mucho de qué se trate, a veces lo único que nos hace falta es darnos permiso para darnos el gusto porque, al fin y al cabo, la vida es fugaz y nada tenemos seguro, salvo el momento de partir.

No le des tantas vueltas en tu cabeza a un porvenir incierto –mejor déjalo en manos de Dios, que a Él sí que no se le escapa– y enfócate más en el presente para vivir un día a la vez.

Date permiso (y el gusto) de sentir. ¿Sabes qué?, no todos los días tienen que ser buenos y eso no está mal. Eso no te hace débil, te hace humana y manifestar abiertamente esos altibajos también es liberador. Recuérdalo la próxima vez que te sientas sin energía, nostálgica o con ganas de quedarte durmiendo en casa.

Date permiso (y el gusto) de fallar, esto es exhortarte con cariño cuando sabes que te equivocaste y ser paciente contigo misma cuando no avanzas o no cambias tan rápido como quieres. Así descubrirás la lección que encierra cada error con más facilidad que al estar criticándote o juzgándote de continuo.

Date permiso (y el gusto) de ser tú misma. Sí, quizás algunos te señalen o pretendan cambiarte, pero tu vida no es un examen en el que tu personalidad debe ser aprobada por otros para darle rienda suelta con libertad. ¡Date el gusto de ser tú misma por ser diferente!

Y por último, date permiso (y el gusto) de complacerte. Un helado no te hará perder la figura ni comprarte algo para ti te dejará en banca rota por un mes. Quizás lo único que necesitas –como mi amiga– es recompensarte con esa libertad personal que de vez en cuando amerita una vida de constante esfuerzo, para que el amor no se enfríe y así mantenerte motivada, enfocada y feliz.

#MujerInspírate

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Melina Vélez

Melina Vélez es comunicadora social, presentadora de radio, escritora, productora de Marketing Digital y directora creativa de Mujer Inspírate. Melina es una soñadora imparable, esposa de Ángel Galeano y mamá de Napoleón, su hijo perruno.

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