Cuando perdonar parece imposible (Parte II)

En nuestro artículo pasado desmentimos esos mitos que nos hacen creer justo lo que el perdón no es, además de ejemplificarlo con una serie de experiencias reales para ofrecerte con mayor claridad una herramienta bajo la cual puedas sopesar tu actitud y verificar si hay o no falta de perdón en tu vida.

En esta oportunidad, mi objetivo es mostrarte –y demostrarte– que existen distintos niveles de perdón que debes experimentar a fin de poder avanzar y encaminarte hacia una sanidad emocional y espiritual plena. ¡Veamos!

El perdón de Dios

A diferencia de lo que muchos creen o piensan, este es el perdón al que tenemos mayor acceso. Para experimentar su instantáneo efecto restaurador solo necesitas tener un corazón genuinamente arrepentido. Eso sí, ☝ cuídate de confundir el arrepentimiento con culpa o remordimiento, de lo contrario, no podrás conocer sus bondades.

La culpa o remordimiento es solo un conflicto moral que surge al saber que nos equivocamos, que hicimos algo que estuvo mal, algo que no agrada a Dios y que generó consecuencias negativas en nuestra vida; pero hasta ahí. En cambio, el arrepentimiento es ese sentimiento de profunda tristeza que responde a la consciencia de haber lastimado el corazón de Dios, no a nuestros errores o sus magnitudes.

El perdón de terceros

En esta categoría no solo entra el perdón que ofreces a la(s) persona(s) que te lastimaron, independientemente si lo merecen o no, o si se arrepienten o no. También aplica el perdón que te brindan aquellos a quienes tú heriste, sea que lo desees o no.

Perdonar es un acto de liberación emocional tanto para la persona lastimada como para el transgresor.

Cuando eres tú quien lo ofrece, pones en manifiesto el amor hacia Dios y el amor que sientes por ti misma. Por esa razón, el perdón representa el primer paso hacia la sanidad del corazón.

El perdón propio

A mi juicio, el más difícil de practicar, dado que somos especialistas en ser duras con nosotras mismas. Por esa razón es que, a pesar de saberte perdonada y amada por Dios o por quienes lastimaste, sientes que no logras salir del hueco emocional que la culpa ha labrado en tu corazón.

Ante esto, el antídoto es aprender a mirarte a través de los ojos de Dios, porque si Él mismo decidió no recordar tus transgresiones y olvidarse de tus errores para siempre, ¿quién eres tú para seguir trayendo a colación lo que quedó en el pasado y seguir recriminándote por ello? ¡Eso no hará que las consecuencias desaparezcan!

¡Perdonar sí es posible! Así que disponte a avanzar dejando atrás lo que te resta y determínate a hacer la parte que te corresponde; créeme, los cambios en tu vida dependerán de la actitud que decidas asumir.

#MujerInspírate

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Andrea Colina

Comunicadora Social/Periodista. Escribo, luego existo. Amante del buen cine y de los retrogames. Creativa por gracia multiforme.
JESÚS: mi verdad absoluta.

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